Los músicos de Bremen, que se presenta en El Teatro Solís, es un espectáculo ambicioso, sólido y muy entretenido

Cuando en febrero el Sodre presentó el musical Dandy, el príncipe de las murgas, la sensación que quedó fue la de un espectáculo que pretendía ser una obra de arte total pero que no le encontró la vuelta. Afortunadamente, en la actualidad se encuentra en cartelera una obra que sí parece haberlo logrado y, aunque a alguno le pueda sorprender, se trata de un espectáculo infantil:Los músicos de Bremen. Con idea y producción general de Carolina Escajal, la versión de Jimena Márquez del clásico de los hermanos Grimm reúne en el escenario a más de 40 artistas, a la vez que explora distintos ritmos en el marco de una puesta ambiciosa. Pero en contraposición a la obra de Horacio Ferrer y Alberto Magnone, Los músicos de Bremen, que se presenta en la sala principal del Teatro Solís, logra de la yuxtaposición de elementos una fluidez asombrosa, que da como resultado un espectáculo muy entretenido.Los músicos de Bremen parece, a su vez, darle una lección a la versión de Sergio Renán de La visita en el mismo teatro, que pese al desempeño actoral de la Comedia Nacional y al desarrollo técnico, resulta anodina y parece pedir, por el tipo de puesta, un enfoque más de musical. Vale destacar, no obstante, el acierto del Teatro Solís en el campo de los espectáculos infantiles, ya que el recinto presenta, además, en vacaciones de invierno Julieta, ¿qué plantaste? y la también muy recomendable La juguetería. La versión de Márquez - dramaturga, profesora de literatura y letrista de murga, que el año pasado recibió varias nominaciones a los Florencio por La escritora de comedias- , toma elementos de la obra de los Grimm, pero se aleja del argumento original. En este, los cuatro animales (un burro, un perro, un gallo y un gato) huyen de sus dueños que los quieren sacrificar porque son viejos. En la versión uruguaya, menos oscura, son distintos los motivos que los lleva a emprender un camino juntos, pero sobre todo los une su pasión por la música y las ansias de arribar a Bremen, una ciudad que promete ser un paraíso para este arte. Muy destacable son las actuaciones y las interpretaciones vocales de los cuatro protagonistas: Natalia Bolani, en el rol de una gata tanguera (la actriz y cantante de tango, que se luce por su voz, ya había interpretado a un felino en Gatomaquia), un perro hiphopero (Javi Martínez Barzi, que además de actuar y cantar, despliega muy buenos pasos en esta danza), un gallo que se hace llamar Elvis la Pelvis y le gusta el rock and roll (Jimena Vázquez, la más graciosa del elenco, que protagonizó la obra anterior de Márquez) y un burro que prefiere la música melódica (Carlos Rompani, notable por su expresividad). Sobre estas cuatro actuaciones se cimienta una obra que cuenta, a la vez, con muy buenos roles secundarios y coreografías en los distintos ritmos que se presentan (tango, rock and roll, hiphop, ballet). También está el trabajo de los acróbatas aéreos y de circo y la presencia en el escenario de una banda de 12 músicos. Es notorio a su vez el maquillaje y el vestuario moderno y colorido de Paula Villalba, a esta altura un verdadero peso pesado del teatro uruguayo. También cabe destacar los telones a cargo de Sebastián Barcelona. Pero si la obra funciona no es solo por la suma de sus partes, sino por su acierto narrativo, en una historia con un lenguaje descontracturado, que se permite mezclar referencias varias o incluso criticar, como cuando se alude a que Montevideo es una ciudad sucia o se desliza el tema de la escasez de agua en el mundo. Aunque por momentos el recurso de los chistes puede devenir excesivo, la obra nunca resulta burda. También es interesante el tránsito que hace por distintos lugares del universo fantástico, como un pueblo en el que no se puede tener los pies sobre la tierra (buen recurso argumental para insertar lo acrobático), un mundo submarino con bailarines que representan el agua o la presencia de los “bandarines palabreros” para hacer participar al público. También puede vislumbrarse cierta influencia de El mago de Oz y Alicia en el país de las maravillas. Desafiando al frío y a la fiebre mundialista, los grandes y chicos que abarrotaron en la tarde del martes el Teatro Solís, parecieron contagiarse de la alegría que transmitió la obra. Se fueron, seguramente, tarareando una canción e imaginando también esa idílica ciudad que es “como cada uno quiere”.
Días
15 y 17 y los fines de semana del 19 y 20 y 26 y 27 de julio a las 15. Precio: $ 300.
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